Hoy, el fenómeno de la polarización, no hablo solamente de su aspecto estético, que se manifiesta en un lenguaje violento y grosero, en una visión del mundo peligrosa y muy simplista, que reduce la realidad a una mera distinción entre amigos y enemigos. No solamente me impresiona la incapacidad que tenemos de relacionarnos con aquellos que tienen ideas y valores distintos a los nuestros, lo que me impresiona, y me duele, es que vivimos separados y aislados los unos de los otros, porque hemos perdido la capacidad de comunicarnos entre nosotros. La separación que vivimos con quienes comparten nuestra misma humanidad refleja una fractura aún más profunda; la que tenemos al interior de nosotros mismos. No somos capaces de comunicarnos con el otro porque ya no somos capaces de comunicarnos con nosotros mismos.
El sabio monje budista Thich Nhat Hanh describe con palabras sencillas la patología que sufrimos hoy en día. Escribe: “en lo cotidiano estamos desconectados de nosotros mismos. Caminamos, pero no estamos conscientes que estamos caminando. Estamos aquí, pero no estamos conscientes que estamos aquí. Estamos vivos, pero no estamos conscientes de estar vivos. Durante todo el día, nos perdemos”. Es como si nos hubiéramos olvidado de nuestro Yo auténtico, y en lugar hubiéramos adoptado nuestro Yo falso, o sea las máscaras de nuestros miedos, ansiedades y rencores, como nuestra identidad. El largo camino que nos espera para sanar nuestra humanidad es un camino para reencontrarnos con nuestro Yo auténtico. Es por esto que la práctica de la meditación, acompañada de una respiración consciente, en la cual se suspende la palabra y el pensamiento, permite un reencuentro profundo con uno mismo.
Termino con un ejemplo. En estos días me encontré con Juan Manuel Barrientos en uno de sus restaurantes. Me presentó a uno de sus cocineros, un exsoldado, que hace varios años perdió una pierna y la visión de un ojo por haber pisado una mina. Además, la guerra le quitó a varios familiares. Hoy trabaja al lado de colegas que fueron guerrilleros y paramilitares, gracias al programa de desarrollo humano y profesional de la fundación El Cielo. El exsoldado me dijo que hoy su trabajo es cocinar por la paz y la reconciliación. En su relato no escuché ni autoconmiseración ni rencor. No vi en su rostro ni una expresión de odio. Todo lo contrario, vi a una persona que hoy vive agradecida y capaz de trabajar codo a codo con sus exenemigos, porque este exsoldado, al igual que sus nuevos colegas, es capaz de comunicarse primero que todo consigo mismo. Lo vi brillar en su Yo auténtico. Hoy tenemos que recuperar la capacidad de comunicarnos con nosotros mismos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario