martes, 15 de octubre de 2019

‘Las redes sociales están destruyendo la democracia’



A la profesora de la Universidad Nacional Belén del Rocío Moreno Cardozo la inquieta el uso que los ciudadanos les están dando a las redes sociales en tiempos corrientes y especialmente en épocas coyunturales como en esta campaña electoral.
Nacida en Cali, autora, entre otros libros, de Las cifras de azar. Una lectura psicoanalítica de la obra de Álvaro Mutis, habló en profundidad con EL TIEMPO sobre las consecuencias de estos nuevos medios.
Para usted, ¿qué son los discursos de odio y muerte?
Son discursos de destitución del adversario, que tienen como mira la destrucción del ser del otro. No solo apuntan a acabar con su imagen, sino que se dirigen a exterminar su ser, a erradicarlo. Por ello, se prolongan en una pendiente de crispación ininterrumpida que puede incluso ir más allá de la muerte, pues sobre los restos vendrá la execración del cadáver, de la memoria del muerto.
¿Por qué cree que se llega a esta situación?
El odio es una pasión que se reviste siempre de justificaciones fáciles: se crea y regodea en sí mismo. El psicoanalista francés Jacques Lacan decía que la nuestra es una civilización del odio, que tiene ya desbrozada la pista de su carrera hacia la destrucción.
¿Cómo se transmiten los discursos del odio a través de los medios digitales?
Se transmiten como la peste. Los medios digitales operan a gran escala en varios sentidos: su alcance es planetario, su difusión es masiva y su temporalidad, encogida al máximo, se mueve entre el vértigo del instante y la eternidad a la que queda destinado todo lo que ingresa en la red. Esta temporalidad, que avanza sobre la cresta de la ola, en puro presente continuo, colapsa el tiempo para comprender; así se salta de lo que se ve en la pantalla a la inmediata conclusión. El pensamiento parece hoy una rara pieza del museo ilustrado.
¿Hay alguna característica que favorezca la propagación de los mensajes de odio?
El mundo virtual ofrece la posibilidad del anonimato, lo que otorga una patente de corso al internauta para realizar toda suerte de transgresiones, pues sin nombre, ni cuerpo ni rostro, la impunidad parece garantizada. En cambio, cuando se pone el cuerpo en el vínculo con el otro, opera una cuota de inhibición respecto de las manifestaciones de odio.
¿Cada usuario puede decir lo que se le ocurra?​
Sin cuerpo, ni rostro ni nombre, para hacerse cargo de un enunciado injurioso, sí. El desbocado ciudadano del mundo digital no asume ninguna responsabilidad sobre su palabra: puede decir cualquier cosa y también puede negar lo que se le antoje. Los negacionismos son una de las manifestaciones más crudas de odio a nivel social, pues se desconoce de plano el ser del otro, su palabra, su existencia. Hay circunstancias en que ya ni siquiera importa conservar el anonimato, pues el interés mayor es hacerse ver y llamar por su nombre. Propósito que es propio de la aspiración narcisista en que se apuntalan plataformas como Facebook, Instagram y Twitter: se trata de ser visto y reconocido al precio que sea.
¿Puede darnos un ejemplo que la haya impactado?
El 15 de marzo de este año se hizo una transmisión en vivo y en directo que vino a realizar esa aspiración del todo-presente-dado-a-ver, propia de la red: un hombre de 28 años perpetró una matanza, en dos mezquitas de Nueva Zelanda, que transmitió por Facebook, al tiempo que publicó un voluminoso escrito justificativo. La aspiración del perpetrador, declarado admirador de Trump, era que la matanza fuera viral; en efecto, antes de que sus cuentas en Facebook e Instagram fueran canceladas, millones de personas habían visto “en muerto y en directo” la masacre.
¿Se trata de llevar el asesinato a la red?
He aquí el nuevo goce que había logrado discernir Charles Melman, psicoanalista francés, a propósito de la “exitosa” exposición de cadáveres plastificados del doctor Gunter von Hagens, que ha concitado el interés de treinta millones de espectadores, en sus incesantes giras mundiales y, que como un cuerpo celeste, hace pocas semanas, volvió a pasar por Colombia, esta vez instalada en un centro comercial.

La exposición, sin duda, constituye un sarcasmo macabro en este país: ¡A ver cadáveres en un centro comercial, como si no contáramos por miles los insepultos que tenemos en nuestro haber! Pues bien, ese nuevo goce, que ya amplía el catálogo de las perversiones humanas, se llama necroscopia: “el goce escópico con la muerte”. El ejecutor de la matanza no profanó cadáveres, sino que los produjo al instante y, además, dio a ver su obra a millones de fisgones, ahora denominados amigos, seguidores, suscriptores.
Se exalta al más deslenguado...
Sí. Ha habido una mutación concomitante al auge de las redes sociales, pues se pasó de la urbanidad de la corrección política, que hizo carrera desde finales de los años 80, cuyo propósito principal era evitar ofender, denigrar, segregar a exaltar al más deslenguado. Un relajamiento ruinoso de la represión y la inhibición han invadido la escena pública y el campo digital en que ahora esta acontece.
¿Y entonces, qué hacer?
Son preguntas que tocan al asunto esencial que concierne al trabajo propio de la cultura para civilizar el odio, en contra de la actual barbarie. Lo que afrontamos, en este momento, es nada menos la cuestión de la posibilidad misma de coexistencia humana. Así que para la barbarie, solo nos queda persistir en la obra de la cultura: en lugar de las fake news, la narración, la historización, la creación de ficciones literarias –bien distintas de las mentiras– que alojen la verdad de nuestros acontecimientos.
¿Esa realidad virtual impacta la de la calle?
Hay un rasgo esencial del mundo virtual: la omisión del cuerpo en el vínculo con el otro. Ya no se tiene que poner el cuerpo para cancelar una cita, ni para romper una relación amorosa, tampoco para felicitar a un amigo por su cumpleaños: el ángel desciende ahora on-line. Este cuerpo omitido persiste y retorna, sin embargo, de dos maneras: o bien, aparece bajo la forma de la estampita que se exhibe a amigos, mirones y admiradores virtuales, para recibir a cambio un “me gusta” o una manita cercenada con el pulgar arriba; o bien, retorna de manera brutal, en lo real, mostrando un picadillo impedido de cualquier ostentación.
¿Cómo ve que se está realizando esta campaña electoral en las redes sociales?
La escalada de violencia es muy inquietante en las regiones, el número de muertos sigue aumentando. Los asesinatos más recientemente registrados hacen patente no solo el poder sugestivo, sino también el poder mortífero de los mensajes que circulan en las redes. En circunstancias como las actuales, las redes se han convertido en armas de guerra, no son instrumentos de la política, pues esta supone el conflicto, el disenso, y no la aniquilación del adversario. De nuevo, habrá que situar el marco en que esta escalada de violencia electoral acontece, para terminar no creyendo que la calentura está en las sábanas.
¿Cómo ve el impacto de las redes sociales en la política moderna?
El influjo es funesto, pues el sueño del potencial democratizador con que fue presentado internet, y luego las redes sociales, rebrota por todas partes en la pesadilla de un odio que no cesa de cumplir su propósito de destrucción. Las redes son más bien, como lo dijo el doctor en Sociología del derecho Boaventura de Sousa Santos, destructoras de la democracia.
¿Tan grave es su diagnóstico?
Estado: crítico. La política se destruye en las redes, en las redes de los grandes negociantes de nuestros datos, monetizados, capitalizados a conveniencia. Ello quedó muy claro en el escándalo de la empresa de comunicaciones y de comportamiento electoral Cambridge Analytica, que recibió de Facebook miles de datos de cada votante potencial, no solo para las campañas del brexit y de Trump, pues han sido intervenidas de esta manera más de doscientas elecciones en el mundo; con ese material lograron extraer los perfiles psicológicos de millones de personas, sus psicografías, a partir de las cuales se diseñaron mensajes específicos para cada sector de la población indecisa. Suena familiar...
¿Hay un nuevo poder global que es el uso de los datos?
Es hoy el activo más preciado. Nuestros datos que entregamos, dócilmente, con cada clic, con cada búsqueda en Google, con cada “me gusta”, con todas las aplicaciones que usamos, cuyas condiciones aceptamos, para poder gozar sin trabas de la nueva maravilla. Por estas aplicaciones terminamos pagando un alto precio, así se obtengan, en apariencia, de manera gratuita.
¿Cree que nuestra realidad no está muy lejana de ser como la de ‘Black Mirror’?
La realidad del mundo que habitamos, infestado de objetos productos de la ciencia actual –y de su brazo armado, la técnica–, quedó muy bien delineada en esta serie. Cada capítulo toma una arista de este mundo poblado de artilugios tecnológicos; es como si en cada episodio pusiese una lupa sobre uno u otro de esos efectos subjetivos y sociales provocados por esos objetos producto de la técnica. Así la serie despliega las consecuencias del discurso de la ciencia sobre la subjetividad de nuestra época, en sendas ficciones verdaderas que nos muestran cómo hemos sido tomados en la red.
¿Qué sugerencia les daría hoy a los electores en Colombia que van a votar en las próximas elecciones? ¿No mirar las redes sociales?
La sugerencia es que no se dejen administrar el odio. Los votos de odio son una posibilidad perdida para la democracia, para la cultura, para la vida misma. Que el elector saque un tiempo para sí, y procure, más allá de las estridencias de la redes, discernir, contrastar, disentir y, finalmente, elegir. Eso es la política, no la carnicería, efecto bruto de la capitalización del odio.
ARMANDO NEIRA
EDITOR DE POLÍTICA DE EL TIEMPO@armandoneira

miércoles, 9 de octubre de 2019

Y a todas estas, ¿para qué son los Concejos Municipales?





Aunque en la Constitución está claramente definido el objetivo de esta corporación, aún hay muchos que desconocen cuál es su papel

Es común en nuestro país que las personas no sepan exactamente qué es el Concejo y qué hacen los concejales, lo cual explica el comportamiento que se da en las urnas y durante las campañas cuando muchos de los que se postulan a estos cargos no tienen claro qué quieren hacer y los que votan no tienen realmente claro para qué van a votar.
La Constitución Política de Colombia define en su Artículo 312 qué es el Concejo Municipal, explicando lo siguiente:
“Es una Corporación Político Administrativa y Pública, elegida popularmente para períodos de cuatro años. Está integrado por no menos de 7, ni más de 21 miembros llamados Concejales, quienes cumplen funciones constitucionales de control político sobre la Administración Municipal. La conformación del Concejo refleja el ejercicio puro de la democracia desde lo local, por ser una Corporación Pública que dada su naturaleza, permite mayores oportunidades de contacto directo entre la población y el Estado. En la organización del Estado Colombiano, los concejos municipales tienen cuatro características esenciales, simultáneas y complementarias: ser una Corporación Pública, tener naturaleza político-administrativa, sus miembros son elegidos popularmente, y carece de personalidad jurídica propia. Estas características determinan su naturaleza jurídica, política y administrativa”.
A partir de esta definición, la misma Constitución determina las funciones que debe cumplir el Concejo Municipal, de acuerdo a lo que dice el Artículo 313:
  • Reglamentar las funciones y la eficiente prestación de los servicios a cargo del municipio.
  • Adoptar los correspondientes planes y programas de desarrollo económico, social y de obras públicas.
  • Autorizar al alcalde para celebrar contratos y ejercer pro tempore precisas funciones de las que corresponden al Concejo.
  • Dictar las normas orgánicas del presupuesto y expedir anualmente el presupuesto de rentas y gastos.
  • Determinar la estructura de la Administración Municipal y las funciones de sus dependencias.
  • Reglamentar los usos del suelo.
  • Elegir el personero para el período que fije la ley y los demás funcionarios que ésta determine (en la actualidad por disposición de ley se realiza por concurso de méritos).
  • Dictar las normas necesarias para el control, la preservación y defensa del patrimonio ecológico y cultural del municipio.
  • Además de presentar, estudiar, debatir y eventualmente aprobar proyectos de acuerdo.
Lo que pueden y no pueden hacer los concejales
Los concejales tienen 2 funciones, según la ley colombiana, por lo que solo a través de su ejercicio pueden incidir en la administración del municipio: el control político y la iniciativa normativa. Lo que hagan más allá de esto no hace parte de sus funciones, se hace por canales no oficiales y solo está destinando a mantener aceitada su maquinaria y cautivos, en el peor sentido de la palabra, a sus votantes.
El control político es la facultad de pedir cuentas al gobierno sobre su gestión, con especial énfasis en aquello en lo que se comprometió: su plan de desarrollo, la ejecución del presupuesto del municipio, entre otros. Es la principal función del cabildo y razón de ser como órgano de representación democrática. Los ciudadanos delegamos en los concejales nuestro derecho a ser informados y a vigilar cómo se gestiona el interés público. Por eso es importante subrayar la importancia que tiene elegir personas independientes, honestas, expertas. Personas que ofrezcan las garantías sociales y éticas de que no tienen empeñado su capital político con nadie más que con el bienestar del municipio y sus conciudadanos (que son diferentes a su clientela).
La iniciativa normativa es la atribución que tienen los cabildantes para convertir sus propuestas en normas (acuerdos municipales). Es una función secundaria en su ejercicio como representante ciudadano, porque en el ordenamiento jurídico vigente es la administración municipal quien tiene la potestad de presentar los proyectos de acuerdo que realmente inciden en la calidad de vida de los ciudadanos. La iniciativa normativa de los concejales es residual y debe contar con el visto bueno del gobierno de turno en materia presupuestal y jurídica, de lo contrario entrarán a engrosar la lista de ‘saludos a la bandera’ producidos en este país que sufre de ‘leguleyitis aguda’.
Las ideas de los candidatos al Concejo solo tienen chances reales de materializarse en el debate de los proyectos de acuerdo de plan de desarrollo, presupuesto, reforma tributaria y ordenamiento territorial. Para que sus ideas sean aceptadas deben someterse a un arduo proceso de diálogo con sus pares y con su contraparte, los secretarios del alcalde.
Así pues, mi invitación es a votar por candidatos con ideas pertinentes para el momento del municipio, que puedan respaldarlas con una sólida formación técnica en gestión de entes territoriales y una trayectoria probada en el estudio del municipio y sus desafíos.
No más politiqueros de carrera y sus herederos, quienes solo conocen el municipio en relación con el número de votos que le aporta cada barrio, corregimiento y vereda. No más candidatos ajenos a los problemas del pueblo, solo interesados en convertir en campo de batalla la agenda política municipal. No más candidatos haciendo cálculos para impulsar proyectos políticos de sus jefes agazapados en la sombra. No más candidatos prometiendo el cielo y la tierra.
De esta manera, se espera que los ciudadanos tengan mejores elementos y criterios para elegir a los nuevos concejales, evaluando la pertinencia y viabilidad de cada una de sus propuestas y planteamientos. Así mismo, se espera que los candidatos al Concejo tengan mayores y mejores argumentos para realizar sus campañas, y convencer a los electores.
Por: Óscar "Nino" Arguelles Díaz marzo 19, 2019

martes, 1 de octubre de 2019

Las masas siempre serán dominadas, conducidas, controladas y representadas por unos pocos ilustres

Las masas siempre serán dominadas, conducidas, controladas y representadas por unos pocos ilustres que sepan leer sus realidades, pero eso no siempre significa que le vayan a resolver sus problemas, por cuanto una cosa es saber acertar y describir la esencia del comportamiento social y otra solucionarles sus problemas. Una cosa es ser buen interprete y otra es ser buen gerente. Una cosa es decir y otra hacer. La realidad es comprendida por sus interpretes, pero los errores son corregidos y los buenos proyectos tienen éxito debido a buenos y eficaces GERENTES. No nos extrañemos que quienes conocen e interpreten nuestras realidades con gran exactitud y enorme elocuencia en un próximo futuro no lleguen a dar con la solución de nuestras dificultades, en efecto pueden saber lo que pasa pero no todo el tiempo llegan a ser agentes de cambios, porque una cosa es la que se piensa y se dice y otra la que se hace

Ideas para recuperar la ilusión



Ya es hora de desterrar esas falsas concepciones de la política que nos acostumbraron a conformarnos con muy poco y a no exigirles a los políticos honestidad, ni transparencia, ni preparación. 
Los colombianos estamos perdiendo la ilusión, ese impulso vital que alimenta a los seres humanos y que nos permite creer que lo que uno anhela para su familia, para su país y para el mundo,  es posible. Y lo más  grave es que la estamos perdiendo en el momento histórico en que más necesitamos creer en nuestros sueños.
La mala política, los escándalos de corrupción, una justicia que solo es capaz de encerrar a los peces pequeños, la polarización encarnizada y hasta el Twitter de Trump, nos están matando la ilusión. 
Por eso, yo que todavía no me dejo ganar por la desilusión, me he tomado el trabajo de hacer una lista de algunas premisas que nos pueden servir para recuperar la esperanza en estos momentos en que el mundo entero parece estar olvidando sus anhelos.
La primera consigna: es hora de revelarnos contra la mala política que se practica en el país y de salir a las calles a protestar para quitarles esa bandera a los corruptos que la están agitando de manera cínica: al impúdico Alejandro Ordóñez, el exprocurador destituido de su cargo por haber nombrado a familiares de los magistrados que lo nominaron y al uribismo cuya autoridad moral para denunciar actos de corrupción es solo igual al tamaño de los escándalos que lleva a cuestas: el robo en la Dirección Nacional de Estupefacientes, la feria de puestos y notarías que entregó a los congresistas para que le cambiaran un articulito que le permitió revivir la reelección y que luego él mismo usufructuó; las coimas que Odebrecht y otros contratistas habrían dado en su gobierno para hacerse a los grandes proyectos de infraestructura,  que hoy de nuevo están aflorando y, desde luego, su récord histórico de ser el gobierno con el más alto número de funcionarios y políticos tras las rejas,  prófugos de la justicia y extraditados. Para salir a agitar la bandera de la anticorrupción se tienen que tener las manos limpias. Y si mañana a los Benedettis de la Unidad Nacional les da también por salir a enarbolar la lucha contra la corrupción, pues también habrá que salirles al paso.   
La segunda consigna: en las próximas elecciones no hay que votar por los mismos corruptos de siempre, así hayan repartido becas, hecho carreteras y construido parques –como lo hizo Kiko Gómez en La Guajira –. Pablo Escobar, mientras decidía a quién mandaba a matar, también construyó canchas de fútbol y polideportivos en los cerros pobres de Medellín y eso no lo convirtió en el Roosevelt de la política colombiana.
La buena política es el arte de hacer posible lo imposible y de convertir nuestros sueños en realidad. La mala es la que hace de la política una irremediable y continua decepción; que la convierte en un pesado lastre que se aprende a sobrellevar porque la sociedad no tiene más remedio. Esa mala política es la que se ha tomado a Colombia: aquí es normal que un político exitoso tenga que venderle el alma al diablo, que deba hipotecar su independencia a los contratistas que financian sus campañas, que se robe el dinero de la salud, de la educación y de los niños malnutridos.
Nada de eso es normal ni necesario para existir. Ya es hora de comenzar a desterrar esas falsas concepciones de la política que nos acostumbraron a conformarnos con muy poco y a no exigirles a los políticos honestidad, ni transparencia ni preparación. No más concesiones inauditas a políticos que no se lo merecen. Las próximas elecciones los ciudadanos deberíamos castigar con el voto a quienes han convertido la política en un ejercicio indigno y no volver a votar por ellos.  
Tercera consigna: hay que salir a protestar con el objetivo de recuperar la buena política. Que el establecimiento político colombiano sepa que la sociedad no aguanta más su permisividad. Dejaron que la política se convirtiera en un club privado en el que solo entran los especímenes más corruptos y en donde hay partidos agónicos que se sostienen en corruptos aparatos clientelistas que funcionan como fincas de expresidentes. Así, de taquito, han ido dejando por fuera a las fuerzas nuevas, a los movimientos sociales y a los políticos honestos por temor a que todo este nuevo mundo les quite poder y los empequeñezca. Ellos le temen a la buena política, que transforma la sociedad y que la lleva a su máximo desarrollo democrático. Prefieren la mala política, que nos condena al atraso histórico, nos vuelve más dóciles a la manipulación y nos convierte en ciudadanos sin ninguna dignidad.
La cuarta consigna: no dejarse llevar por las fábulas de la posverdad que ofrecen las redes sociales. Mire su Twitter, vea su Facebook, pero hágalo sin que su intelecto quede capturado. Vuelva a la poesía, lea a Dante, a Shakespeare y a Dostoievsky para comprender la condición humana.  Para que este mundo virtual no le quite sus ilusiones, ni los anhelos de paz, ni sus sueños de un mundo mejor, no se entregue a las redes porque estas terminarán tragándoselo.
Yo todavía tengo la ilusión de que mis hijas puedan vivir un país en paz distinto al que me tocó padecer. Y esa ilusión solo se va a volver realidad el día en que la mala política quede desterrada. 
Puede leer más columnas de de María Jimena Duzán aquí