martes, 29 de enero de 2019

Nosotros


Somos, todos nosotros, víctimas y victimarios y llevamos a cuestas tragedias de muchos calibres que, secretamente, queremos contar para perdonar y que nos perdonen.

Qué fácil lanzamos los “ustedes”, tajantes y generales.  Con cuánta  tranquilidad soltamos esos “ellos” despectivos. Qué felices somos cuando de nuestra boca sale un
“aquellos”, desafiante y concluyente.    
Los problemas, los culpables, los corruptos, los violentos, los hijueputas siempre están afuera, en otro lugar.  En este país escasea el “nosotros”.

Esa escasez nos impide ver el asesinato sistemático de líderes sociales como lo que realmente es: una tragedia y una vergüenza.  Esa escasez no deja que la respuesta a un ataque terrorista que mata 20 jóvenes en una escuela de formación sea general y multitudinaria.  No compartir lo fundamental permite también que la corrupción campee con pocas condenas y sin grandes movilizaciones en su contra.  La falta de un “nosotros”, finalmente, hace que brillen las fracturas y que cada vez nombremos y vivamos el mundo como un enfrentamiento continuo, desgastante y distante donde más que justicia, seguridad, igualdad o prosperidad para todos aspiramos a ser leales a tribus, partidos o grupos que tienen como objetivo enfrentar a “esos otros” que nos amenazan. 
La falta de un “nosotros” hace que brillen las fracturas y que cada vez nombremos y vivamos el mundo como un enfrentamiento continuo.
Llevo varios años pensando sobre cómo en este país podemos utilizar más y mejor el “nosotros”.  Es obvio que, reconociendo nuestras diferencias,  es posible encontrar muchos temas, características, miedos y anhelos que compartimos.  No es tan claro, sin embargo, cómo poner esos temas en el centro de las reflexiones y las conversaciones, cómo ampliar nuestras lealtades a grupos mayores y cómo sentir empatía y solidaridad por personas diferentes o distantes.
No sin algo de dolor concluí que ni el derecho (mi profesión) ni la política (el oficio al cual me dedico hace mas de una década) son las herramientas adecuadas para el fin propuesto.  Reconociendo que ambas actividades son necesarias para una sociedad y que en ambas se encuentran vías y formas para lograr avances importantes (derecho constitucional y de los DDHH por ejemplo) tengo claro que para ninguna es prioritaria la construcción de un “nosotros” amplio, heterogéneo, complejo, problemático y vital. 
La semana pasada estuve en el estreno del documental colombiano The Smiling Lombana.  Su directora Daniela Abad Lombana nos dio la bienvenida con una frase que me impactó y me gustó mucho: “Mi objetivo no es que les guste el documental. Mi objetivo es que tengamos una conversación.”  A continuación en 87 minutos de fotos viejas, películas descoloridas, entrevistas y reflexiones personales, Daniela empieza la conversación contando la historia de su abuelo materno.  Una conversación difícil porque no nos presenta un ideal de esposo, padre o abuelo.  Nos presenta un personaje simpático, en muchos sentidos amoroso, ágil de cuerpo y mente, pero atravesado por la ambición, la egolatría y el amor por el dinero.  Tito Lombana, el escultor de Los Zapatos Viejos en Cartagena, coqueteó y trabajó con el monstruo del narcotráfico en el Medellín de los años 70 y en algún momento volvió de meses de reclusión en EU con una sonrisa burlona y soberbia en su rostro.  Daniela nos cuenta este secreto íntimo y doloroso de su familia porque quiere que conversemos sobre nuestros propios secretos y sobre los personajes que conocemos, queremos y somos.  Una conversación, en fin, sobre “nosotros.” 
La novela Patria del vasco Fernando Aramburu, además de ser una joya narrativa, es también una gran conversación sobre un “nosotros” más amplio.  El texto gira alrededor de los últimos 30 años del conflicto de Euskadi pero no lo hace desde la perspectiva de los partidos políticos, los dirigentes etarras, los policías o los jueces.  La historia se narra desde el día a día y la intimidad de dos familias, vecinas de un mismo pueblo y cuyas vidas se entrecruzan, se rozan y se chocan en el medio de las bombas, los asesinatos y los secuestros pero también de los matrimonios, los cumpleaños, los chismes, la religión y la enfermedad.  Un hijo terrorista, un padre y amigo asesinado.  Dos mujeres, al principio amigas íntimas,  que se enfrentan cuando intentan mantener unidas su familias en un contexto de pérdidas dolorosas.  Los lectores sentimos rabia, tristeza, impotencia pero también entendemos el dolor, la culpa y las búsquedas (paz, felicidad, éxito) de todos.  Somos, todos nosotros, víctimas y victimarios y llevamos a cuestas tragedias de muchos calibres que, secretamente, queremos contar para perdonar y que nos perdonen.
El filósofo norteamericano Richard Rorty terminó su carrera siendo profesor de los departamentos de literatura de varias universidades.  Decía que la literatura era más importante que la filosofía porque “contribuye a la ampliación de la capacidad de la imaginación moral, porque nos hace más sensibles en la medida en que profundiza nuestra comprensión de las diferencias entre las personas y de la diversidad de sus necesidades.”  Yo creo que esa es la capacidad de las artes en general.  El cine, la poesía, la crónica periodística y la novela, por mencionar algunas,  son las historias que necesita esta sociedad para finalmente construir un “nosotros” que reconozca las diferencias pero que permita construir puentes de empatía, solidaridad, perdón e incluso complicidad.
No vamos a dejar de participar en elecciones.  No pararemos de discutir sobre las leyes y sus interpretaciones y tendremos que mejorar nuestras instituciones.  Pero esa no será la solución.  El reto más grande es conectarnos con las historias que nos permitan dialogar, sin ganadores ni imposiciones para no seguir dedicados a ejercitar el dedo índice que condena, fractura y distancia.
Santiago Londoño Uribe es abogado; magister en Derecho Internacional.

lunes, 28 de enero de 2019

“El diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú”

El sociólogo y filósofo polaco denuncia que las redes sociales no son una comunidad sino apenas un sustituto

Bauman, nacido en Poznam en 1925, tuvo que emigrar con su familia a la entonces Unión Soviética cuando apenas era un niño, huyendo de la persecución nazi. Nuevamente, en 1968, tuvo que huir del que entonces era su país, escapando de la purga antisemita que siguió al conflicto árabe-israelí. Se radicó temporalmente en Tel Aviv, para luego terminar en Inglaterra, donde hizo carrera en la Universidad de Leeds. En una entrevista relativamente reciente (de enero de este año) con Ricardo De Querol para Babelia, en El País, explica cómo las redes sociales, si bien han cambiado en buena medida la manera las formas tradicionales del activismo social, no son sino un sustituto de la formación de auténticas comunidades.

Ricardo De Querol inicia su pregunta a propósito de las redes sociales citando al propio Bauman, quien señala que el activismo online es “activismo de sofá”, y que la Internet las más de las veces sólo nos “adormece con entretenimiento barato”. De Querol pregunta, así, si las redes sociales no son, parafraseando a Marx, el nuevo “opio del pueblo”. Bauman no duda en responder que la identidad, como las comunidades, no son algo que se deba crear, sino algo que “se tiene o no se tiene”.

“Lo que las redes sociales pueden crear” –señala el sociólogo- “es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales”.

Estas habilidades, señala Bauman en su entrevista con De Querol, se desarrollan en el contacto cotidiano humano directo, en espacios compartidos, sean públicos o privados: en la calle, en los espacios de trabajo, en los que es necesaria una interacción “razonable” con la gente; esto es, en interacciones que exigen de diálogo, negociación y de apertura.

A propósito de ello, Bauman no duda en evocar el hecho de que el Papa Francisco concedió su primera entrevista después de haber sido electo como Sumo Pontífice a un periodista abierta y militantemente ateo, Eugenio Scalfari. “Fue una señal”, señala Bauman: “el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú”.

http://www.despiertacultura.com/2018/11/zygmunt-bauman-el-dialogo-real-no-es.html?spref=fb&m=1&fbclid=IwAR2AIi1r4XihyJV--JrYzB5zlPZDTSKVyJj0SGtyHpYBMaAfT3c71IOtxqo

jueves, 24 de enero de 2019

“La inteligencia está sobrevalorada, ser amable tiene mucho más mérito”

Hay gente, no mucha para ser sinceros, que va por la vida con energía, pisando fuerte e irradiando entusiasmo a raudales. Y luego está Victor Küppers. A este licenciado en Administración y Dirección de Empresas es imposible batirle en pasión y entrega. Pero eso no es lo mejor. Lo mejor es que este doctor en Humanidades cuenta con una infinita capacidad comunicativa que le permite transmitir esa pasión por la vida a todo aquel que quiera escucharle. Es por todo ello que se ha convertido en un conferenciante de referencia en el campo de la psicología positiva. Él se resta méritos –“Me paso el día leyendo a expertos, copio las ideas, las cuelgo en un Power Point y las transmito. Mi trabajo es muy fácil”, esgrime-, pero la legión de seguidores con la que cuenta, y que no para de crecer, no piensa lo mismo. Con motivo de un ciclo de conferencias organizado por Mentes Expertas en el auditorio AXA de Barcelona, La Vanguardia ha aprovechado para saber qué se esconde tras este divulgador de éxito.

¿Cómo consigue hablar de psicología positiva en cada una de las conferencias que imparte como si fuera la primera vez que lo hace? Me refiero a la pasión que le pone a pesar de hacerlo cada día.
Eso me pasaba al principio. Cuando explicaba la misma cosa 24 veces me decía, ‘¿ahora tengo que explicarlo de nuevo?’. Llevo 15 años dando conferencias, y un día me di cuenta de que en una conferencia lo más importante nunca es quien la imparte, quien habla, sino el que está escuchando. Y quien te está escuchando, quizás es la primera vez que lo hace.
En su caso permítame que lo dude. Hay mucha gente que repite.
Quizás sí, pero lo más importante sigue siendo quien te está escuchando. Y a mí me motiva mucho explicar algo que creo que puede ayudar, y me da igual que sea la vez 158 que lo explico. Intento ayudar a esa persona a que piense, a que reflexione.
Enfocar las cosas de una manera positiva es más inteligente que dejarse arrastrar por el pesimismo
¿Tenemos la vida que queremos?
No, yo defiendo que enfocamos la vida como queremos. Es algo que puedes escoger. Y creo que enfocar las cosas de una manera positiva es mucho más inteligente que dejarse arrastrar por el pesimismo, por el negativismo.
Y nuestra forma de ser, ¿también es una elección?
Sí. Ser inteligente es un don, una suerte. Ser amable, ser una buena persona que ayuda a los demás o ser una persona generosa es una elección, ¡y tiene mucho más mérito! Al final, luchar para ser la mejor persona que puedas llegar a ser es lo que te hace sentir alegre.
Usted defiende que la inteligencia es un rasgo sobrevalorado.
Absolutamente. Hay un culto excesivo a la inteligencia. A ver, es importante, un tonto motivado es un peligro. Pero la inteligencia sin bondad conduce a un mundo inmoral, falto de ética y perverso, donde sólo importan los beneficios.
¿De ahí que promulgue que es más importante el ‘hacer’ que el ‘saber’?
La diferencia está en el ‘ser’. Son importantes los conocimientos, es importante la experiencia, pero la clave está en la actitud. Y la actitud no se reduce a ser positivo, también consiste en ser una persona luchadora, trabajadora y, sobre todo, buena. La gente me dice, ‘eso de buena suena muy cursi’. Pero yo hablo de ‘buena’ en mayúsculas: ser una persona honesta, generosa…
Todo el mundo tiene el potencial de ser bueno
Pero no hay muchas personas de esas me temo…
Esa es la desgracia, pero son las que necesitamos. Pero todo el mundo tiene el potencial de ser bueno, de tener una buena actitud, de sacar lo mejor que lleva dentro, pero lo que hay que tener son ganas de sacarlo. Hay una frase de Martin Luther king que la he tenido muchos años colgada en el aula para que mis alumnos la vieran [Küppers imparte clases en la Universitat de Barcelona y en la Universidad Internacional de Catalunya]. Dice: ‘Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos como del estremecedor silencio de los bondadosos’. Y es verdad, hay mucha gente buena que mira para el otro lado.
¿Usted cree?
Hay mucha gente buena que no quiere hacer el esfuerzo de significarse, de reivindicar la dignidad de las personas. Y eso es cobarde y egoísta.
No hay nada peor que vivir sin esperanza
Usted explica, en tono divertido, que la nuestra es una sociedad de tarados. ¿Tan mal estamos?
¿Quieres que observemos a través de la ventana un rato? Yo tengo mucho tiempo libre y me gusta observar a la gente, y veo personas desanimadas, angustiadas, cargadas de incertidumbre, presionadas, preocupadas, estresadas… Esta es la sociedad en la que vivimos. Es en este sentido que digo que estamos tarados. Y esto se traduce en gente que anda rápido por la calle, como pollo sin cabeza, que no saluda, que todo el día corre, que come en 10 minutos…
Y eso, como dice usted, ¿nos instala en la mediocridad?
Esa presión hace que mucha gente tire la toalla. Cuando estás cansado de todo, las cosas te dan igual. La gente ya no tiene ganas de hacer las cosas bien ni de dar su mejor versión. Ni tan siquiera quiere luchar para estar un poco mejor. La gente ya no ve esperanza, y no hay nada peor que vivir sin esperanza.
¿Cuántas veces se ha topado con alguien que le ha dicho que su discurso es demagógico?
El filtro que me pongo es, ‘lo que explico, ¿me lo creo o no me lo creo?’. Que no me lo creo, no lo explico. No podría recomendar algo que no me creo. Y tengo un segundo filtro.
Adelante.
Me pregunto, ‘¿esto es práctico? ¿Realmente ayuda? ¿Es útil o es demagogia?’. Siempre intento escapar de la demagogia. Y es que hay muchos conceptos en la autoayuda que son muy demagógicos. Existe un libro que se llama ‘El Secreto’ que hizo mucho daño. Este libro decía: ‘Todo lo que pienses, lo tendrás. Y si no lo tienes es que no has puesto todo de ti’. La psicología positiva no es demagógica, es verdad.
Siempre intento escapar de la demagogia
Explíquemelo.
Es ver cómo puedes potenciar lo positivo. Concentrarte para disfrutar de lo que estás haciendo no es demagogia, ilusionarte no es demagogia, querer a las personas que más quieres y darte cuenta de que son lo más importante que tienes tampoco es demagogia, es verdad. También es cierto que hay personas que dicen que es demagogia para no hacer el esfuerzo.
Entiendo.
Es más fácil no hacer nada, así la culpa continua siendo de otro. Nos gusta mucho culpar a los otros de todos nuestros problemas. La culpa siempre es de un político, del jefe, de un cliente… y yo me pregunto, ¿tú no tienes una responsabilidad? Pues sí, existe una responsabilidad personal.
Me creo todo lo que digo y me gustaría ser todo lo que explico
¿Usted consigue aplicarse los consejos que explica en las conferencias?
Me creo todo lo que digo y me gustaría ser todo lo que explico. ¡Pero estoy tan lejos! Pero al menos sé cómo me gustaría ser, y lucho por serlo. Y a veces lo consigo. ¿Sabes qué ocurre? Que lo he explicado tantas veces que lo tengo muy interiorizado, y a la mínima que me desvío salta una alarma.
Claro.
La lucha por conseguir ser la persona que quiero ser es gratificante y hace que la vida sea apasionante.
https://www.lavanguardia.com/vida/20181224/453671509873/victor-kuppers-inteligencia-sobrevalorada-ser-amable-mas-merito.html?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_content=vida&utm_campaign=lv&fbclid=IwAR2xYZ-vTkmFx6wtSkcOL7vAuiGzn01BHwY7Ss2wgTZhj9qkdYga7GtUFeM


lunes, 21 de enero de 2019

El poder de la autoestima

¿Qué significa ser inquebrantable? No es cuestión de dinero. Es un estado mental. Tienes confianza en medio de la tormenta. Nada te molesta mucho tiempo. Si pierdes el equilibrio, encuentras tu centro rápido y recuperas tu paz interior. Cuando otros temen, tú tienes atención plena.
Las personas exitosas exudan confianza: creen en sí mismas y en lo que hacen. Piénsalo: la duda engendra duda. ¿Por qué alguien creería en ti, en tus ideas o en tus habilidades si tú no creyeras en ellas? Las personas inseguras tienden a permanecer dentro de sus zonas de confort, pero éstas rara vez se expanden. Por eso las personas que carecen de confianza se atascan en trabajos sin futuro y dejan pasar valiosas oportunidades. Las personas inseguras se suelen sentir a merced de las circunstancias externas.
Las personas exitosas no son disuadidas por los obstáculos, sino que se motivan y sobreponen a ellos. Nadie te está impidiendo lo que quieres lograr, excepto tú mismo. Según TalenSmart, hay varios factores que caracterizan a la gente segura de sí misma:
- Se miran honestamente a sí mismos. Hay una diferencia entre el engreimiento y la confianza. El engreído se jacta de sí mismo. La confianza significa que crees que puedes hacer lo que te propones. La confianza se gana a través del trabajo duro. Cuando tu confianza supera tus habilidades, has cruzado la frontera de la arrogancia. Tener una comprensión clara de tus fortalezas también te permite deshacerte de las críticas infundadas en un entorno laboral competitivo.
- No buscan atención. La gente segura sabe que ser uno mismo es mucho más efectivo que tratar de demostrar que eres importante. Cuando reciben atención por un logro, rápidamente cambian el enfoque hacia todas las personas que trabajaron arduamente para ayudarlos a llegar allí. No anhelan la aprobación ni los elogios porque extraen su autoestima desde dentro.
- Buscan pequeñas victorias. Éstas construyen nuevos receptores de andrógenos en las áreas del cerebro responsables de la recompensa y la motivación. Este aumento de dichos receptores eleva la testosterona, lo que incrementa aún más su confianza y entusiasmo por enfrentar desafíos futuros. Cuando obtienes una serie de pequeñas victorias, el aumento de la confianza puede durar meses.
- Hablan con certeza. Es raro escuchar expresiones como "no estoy seguro" o "creo". Las personas con confianza hablan de manera asertiva porque saben que es difícil lograr que las personas escuchen si no exponen sus ideas con convicción.
- Se ejercitan. Un estudio de Eastern Ontario Research Institute encontró que las personas que hacían ejercicio dos veces por semana durante diez semanas se sentían más competentes social, académica y atléticamente. También calificaron su imagen corporal y autoestima de forma más alta. Los cambios físicos produjeron aumento de la confianza, pero fue el efecto positivo inmediato de las endorfinas lo que marcó la diferencia.
- Se visten para el éxito. Nos guste o no, el modo en que nos vestimos tiene un gran efecto en la forma en que las personas nos ven. Aspectos como el color, el corte y el estilo de la ropa que usamos, e incluso nuestros accesorios, hablan en voz alta. También afectan a cómo nos vemos a nosotros mismos. Los estudios han demostrado que las personas hablan de manera diferente cuando están vestidas de traje en comparación con cuando están vestidas de manera informal.
- Son asertivos, no agresivos. La agresividad no es confianza, es bullying. Cuando estás inseguro, es fácil caer en la agresividad sin tener la intención de hacerlo. O peor aún: si necesitas herir para sentirte poderoso, eres extremadamente débil. Mantén a raya tus inseguridades y esto aumentará tu confianza.
- Se llevan bien con el jefe. Una relación problemática con el jefe puede destruir incluso la confianza de la persona más talentosa. Es difícil tener confianza cuando tu jefe te critica constantemente. Identifica qué salió mal y encarrila las cosas. Si la relación es verdaderamente insuperable, puede ser el momento de pasar a otra cosa.
Finalmente, ten en cuenta que tu confianza es es el conocimiento constante que va más allá de simplemente "esperar lo mejor".

https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/el-poder-de-la-autoestima-por-gustavo-rivero/266129

domingo, 20 de enero de 2019

LOS HIJOS NO SE “PIERDEN” EN LA CALLE, SINO DENTRO DE CASA

Los hijos no se “pierden” en la calle. De hecho, esa pérdida se inicia en el propio hogar con ese padre ausente, con esa madre siempre ocupada, con un cúmulo de necesidades no atendidas y frustraciones no gestionadas.
Un adolescente se desarraiga tras una infancia de desapegos y de un amor que nunca supo educar, orientar, ayudar.
Empezaremos dejando claro que siempre habrá excepciones. Obviamente existen niños con conductas desadaptativas que han crecido en hogares donde hay armonía y adolescentes responsables que han conseguido marcar una distancia de una familia disfuncional. Siempre hay hechos puntuales que se escapan de esa dinámica más clásica donde lo acontecido día a día en una casa marca irremediablemente el comportamiento del niño en el exterior.
“Sembrad en los niños buenas ideas, aunque hoy no las entiendan el futuro se encargará de hacerlas florecer”
-María Montessori-
En realidad, y por curioso que parezca, un padre o una madre no siempre termina de aceptar este tipo de responsabilidad. De hecho, cuando un niño evidencia conductas agresivas en un centro escolar, y se toma contacto con los padres por parte del tutor, es habitual que la familia culpabilice al sistema, al propio instituto y a la comunidad escolar por “no saber educar”, por no intuir necesidades y aplicar adecuadas estrategias.
Si bien es cierto que en lo que se refiere a la educación de un niño todos somos agentes activos (escuela, medios de comunicación, organismos sociales…), es la familia la que hará germinar en el cerebro infantil el concepto de respeto, la raíz de la autoestima o la chispa de la empatía.
Te proponemos reflexionar sobre ello.
Los hijos, el legado más importante de nuestro futuro
H.G. Wells dijo una vez que la educación del futuro iría de la mano de la propia catástrofe. En su famosa obra “La máquina del tiempo”, visualizó que para el año año 802.701, la humanidad se dividiría en dos tipos de sociedad. Una de ellas, la que vivíría en la superfice, serían los Eloi, una población sin escritura, sin empatía, inteligencia o fuerza física.

Según Wells, el estilo educativo que predominaba en su época ya apuntaba resultados en esta dirección. El inicio de las pruebas estandarizadas, de la competitividad, de las crisis financieras, del escaso tiempo de los padres para educar a sus hijos y de la nula preocupación por incentivar la curiosidad infantil o el deseo inherente por aprender hacían ya que, en aquellos albores del siglo XX, el célebre escritor no augurara nada bueno para las generaciones futuras.
No se trata de alimentar pues tanto pesimismo, pero sí de poner sobre la mesa un estado de alerta y un sentido de responsabilidad. Por ejemplo, algo de lo que se quejan muchos terapeutas, orientadores escolares y pedagogos es de la falta de apoyo familiar que suelen encontrarse a la hora de hacer intervención con ese adolescenteproblemático, o con ese niño que evidencia problemas emocionales o de aprendizaje.
Cuando no hay una colaboración real o incluso cuando un padre o una madre desautoriza o boicotea al profesional, al maestro o al psicólogo, lo que conseguirá es que el niño, su hijo, continúe perdido. Aún más, ese adolescente se verá con más fuerza para seguir desafiando y buscará en la calle lo que no encuentra en casa o lo que el propio sistema educativo tampoco ha podido darle.

Niños difíciles, padres ocupados y emociones contrapuestas
Hay niños difíciles y demandantes que gustan actuar como auténticos tiranos. Hay adolescentes incapaces de asumir responsabilidades, y que adoran sobrepasar los límites que otros les imponen acercándose casi hasta la delincuencia. Todos conocemos más de un caso, sin embargo, hemos de tomar conciencia de algo: nada de esto es nuevo. Nada de esto lo ocasiona Internet, ni los videojuegos ni un sistema educativo permisivo.
“Antes de enseñar a leer a un niño, enséñale qué es el amor y la verdad”
-Gandhi-
Al fin y al cabo estos niños evidencian las mismas necesidades y conductas de siempre contextualizadas en nuevos tiempos. Por ello, lo primero que debemos hacer es no patologizar la infancia ni la adolescencia. Lo segundo, es asumir la parte de responsabilidad que nos toca a cada uno, bien como educadores, profesionales de la salud, divulgadores o agentes sociales. Lo tercero y no menos importante, es entender que los niños son sin duda el futuro de la Tierra, pero antes que nada, son hijos de sus padres.
Reflexionemos a continuación sobre unos aspectos importantes.
Los ingredientes de la auténtica educación
Cuando un profesor llama a una madre o a un padre para advertirles de la mala conducta de un niño, lo primero que siente la familia es que se está poniendo en tela de juicio el amor que sienten por sus hijos. No es cierto. Lo que ocurre, es que a veces ese afecto, ese amor sincero se proyecta de forma errónea.
Querer a un hijo no es satisfacer todos sus caprichos, no es abrirle todas las fronteras ni evitar darle negativas. El amor auténtico es el que guía, el que inicia desde bien temprano un sentido real de responsabilidad en el niño, y que sabe gestionar sus frustraciones dando un “NO” a tiempo.
La educación de calidad sabe de emociones y entiende de paciencia. El niño demandante no detiene sus conductas con un grito o con dos horas de soledad en la propia habitación. Lo que exige y agradece es ser atendido con palabras, con nuevos estímulos, con ejemplos y con respuestas a cada una de sus ávidas preguntas.
Hemos de tomar conciencia también de que en esta época donde muchas mamás y papás están obligados a cumplir jornadas de trabajo poco o nada conciliadoras con la vida familiar, lo que importa no es el tiempo real que compartamos con los hijos. Lo que importa es la CALIDAD de ese tiempo.
Los padres que saben intuir necesidades, emociones, que están presentes para guiar, orientar y para favorecer intereses, sueños e ilusiones, son los que dejan huella y también raíces en sus hijos, evitando así que esos niños las busquen en la calle.

https://latinmoney.net/los-hijos-no-se-pierden-en-la-calle-sino-dentro-de-casa/?fbclid=IwAR2iacIAqrNLRlvTYnEdVKS_kDMPQlzKl_qGLr7V7PQpt0c-ht2ja4s0Bnc

jueves, 17 de enero de 2019

La generación de los hipersensibles




Los jóvenes de hoy se ahogan en un vaso de agua. Pese a que son mucho más preparados, se derrumban fácilmente y no toleran críticas. Esto dicen los expertos sobre este fenómeno.
Son más preparados, tienen más títulos y parecen muy dispuestos a luchar por sus ideales en un mundo lleno de retos. De hecho, los jóvenes de hoy son más independientes en lo político y abrazan la diversidad. Pero suele haber individuos vulnerables tras esa coraza, que se derrumban ante cualquier problema. En el mundo anglosajón los llaman la generación snowflake, porque son tan frágiles como un copo de nieve. Los expertos afirman que los mileniales, jóvenes nacidos entre 1980 y 1995, que hoy en día representan un gran sector de la población mundial, protagonizan esta tendencia. De hecho, un estudio de Pew Research reveló que esta es la generación que menos valora la libertad de expresión, pues cerca del 40 por ciento se inclina por censurar discursos que puedan ser ofensivos. 

Según Claire Fox, directora del Instituto de Ideas en el Reino Unido y autora del libro I Find That Offensive!, muchos en esa generación no pueden lidiar con puntos de vista distintos a los suyos, y no toleran las críticas a pesar de que sean válidas. “Reaccionan agresivamente porque creen que tienen derecho a hacerlo y además exigen disculpas si llegan a sentirse ofendidos”, afirma la autora. Esta conducta quizás se exacerba porque buscan luchar por el respeto a la individualidad, a la aceptación de las diferencias, y en ese contexto las críticas pueden percibirse como una agresión a la libertad. “Esto los hace hipersensibles a cualquier observación sobre sus comportamientos y muestra una exigencia a veces exagerada de recibir un trato de igual a igual”, dice la psicóloga María Elena López. 

Este fenómeno ha sido particularmente visible en las universidades de los países del primer mundo. Las instituciones más tradicionales han prohibido a varios profesores opinar sobre temas políticos, de raza o género porque es preferible proteger a los alumnos de supuestas agresiones. Por ejemplo, Andy Martin, profesor de la Universidad de Cambridge, fue víctima de esta generación de hipersensibles. Un día hizo en clase un chiste de doble sentido y varios estudiantes salieron a protestar. Algo parecido ocurrió en la Universidad de Oxford, donde varios alumnos crearon una campaña en Twitter con el hashtag #RhodesMustFall, para derribar la estatua de Cecil Rhodes, pues la presencia en el campus de un monumento en honor de ese personaje racista resultaba ofensiva. 

Chris Patten, rector de Oxford, definió el fenómeno como una situación preocupante que va en contra de la idea misma de universidad. “Está claro que debe haber límites como no promover el odio y la violencia, pero es incomprensible que los estudiantes y algunos profesores quieran protegerse de las visiones que no les gustan mediante la censura y la intolerancia al debate”, dice. 

En Colombia y América Latina no se conocen casos tan extremos, pero en redes sociales sí hay manifestaciones de jóvenes que en Facebook y Twitter expresan con mucha frecuencia y vehemencia sus puntos de vista. Esto muchas veces no genera un debate sano, sino una lucha basada en la agresión. Debido precisamente a la intolerancia y la hipersensibilidad de la mayoría, que los hace ver como personas políticamente correctas. No en vano esta generación se caracteriza por ser muy individualista y el uso constante de las redes sociales potencia ese egocentrismo. Algunas investigaciones hablan de un narcisismo exagerado donde “la imagen que proyectan en sus cuentas de Facebook, Twitter e Instagram son muy importantes. Las selfis y los ‘likes’ son criterios para medir su aceptación y reconocimiento”, dice López. 

Pero también son muy vulnerables a frustrarse por cualquier revés del destino y todo les duele el doble. Ante el más mínimo tropiezo se echan a la pena. Los expertos creen que los grandes culpables son los padres, pues educaron a sus hijos en medio de una burbuja en la que nada les falta y en donde no tienen que esforzarse demasiado. Esto los vuelve alérgicos a los fracasos y las críticas, y los hace sentir especiales, delicados y únicos. Ben Machell, columnista del diario The Times de Londres, dice que además creen que cada sentimiento y capricho es válido, y fuera de eso se empecinan en que los demás no tengan que experimentar desilusiones o contradicciones en un mundo lleno supuestamente de ‘malas opiniones’. 

Lo anterior se debe también a que los papás perciben el mundo como un lugar cada vez más inseguro y deben darles cuidado extra a sus hijos. Esto provoca un nivel de sobreprotección bastante grande. Por eso quizás los jóvenes son menos resilientes, o en otras palabras, son más débiles ante las adversidades y les cuesta más superar las dificultades. Probablemente “estos patrones de crianza están asociados a esquemas de educación más abiertos y, en muchos casos, más laxos”, dice López. 

Esto se suma a que los jóvenes de hoy tienen demasiadas presiones encima. Deben estar muy bien preparados a nivel académico para ser exitosos y en su apretada agenda está también convertirse en activistas contra el cambio climático, el racismo y la discriminación de género, entre otras cosas. Esa vulnerabilidad, dice Fox, también se debe en buena medida a que son la primera generación que no puede escapar a los problemas de estar hiperconectados a los celulares y al modo de vida del siglo XXI. “Deben manejar una identidad alterna en las redes sociales donde puedan comunicarse y discutir durante horas sobre X o Y situación. Terminan exhaustos”, dice la autora Susanna Schrobsdorff.

El fenómeno ha producido una epidemia de ansiedad y depresión. Así lo advirtieron varios psicólogos en el artículo de portada del número del 27 octubre de la revista Time. Allí explican que esta generación llena de contrastes ha vivido como nadie los veloces avances de la tecnología, la apertura y la globalización, pero también de las crisis de violencia política y religiosa, la corrupción, las brechas sociales y el cambio climático. “El hecho de vivir estas transformaciones debería hacerlos más fuertes, pero no parece ser así. Muchos se muestran más vulnerables y sensibles a estas amenazas para la sociedad que además les generan miedo e incertidumbre”, dijo López a SEMANA.

Ante este panorama, los expertos se preguntan si esta generación es mejor o peor que las anteriores. Todos coinciden en que no es fácil dar una respuesta clara al respecto, pues como las demás tiene sus pros y contras. No cabe duda que los mileniales tienen un potencial para ser unos abanderados genuinos de un mundo mejor para todos, pero les falta ser más condescendientes e imponer sus modos de pensar de forma democrática y respetuosa. También recomiendan que en las casas y en los colegios se promuevan clases o lecciones de resiliencia, pues está comprobado que quienes desarrollan esta habilidad tienen mayor equilibrio frente a situaciones difíciles. 

https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/la-generacion-de-jovenes-de-la-actualidad/506917

miércoles, 16 de enero de 2019

La idiotización de la sociedad como estrategia de dominación



La gente está imbuida hasta tal extremo en el sistema establecido, que es incapaz de concebir alternativas a los criterios impuestos por el poder
Para conseguirlo, el poder se vale del entretenimiento vacío, con el objetivo de abotagar nuestra sensibilidad social, y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como las cosas más normales del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad.
En el entretenimiento vacío, el comportamiento zafio e irrespetuoso se considera valor positivo, como vemos constantemente en la televisión, en los programas basura llamados “del corazón”, y en las tertulias espectáculo en las que el griterío y la falta de respeto es la norma, siendo el fútbol espectáculo la forma más completa y eficaz que tiene el sistema establecido para aborregar a la sociedad.
En esta subcultura del entretenimiento vacío, lo que se promueve es un sistema basado en los valores del individualismo posesivo, en el que la solidaridad y el apoyo mutuo se consideran como algo ingenuo. En el entretenimiento vacío todo está pensado para que el individuo soporte estoicamente el sistema establecido sin rechistar. La historia no existe, el futuro no existe; sólo el presente y la satisfacción inmediata que procura el entretenimiento vacío. Por eso no es extraño que proliferen los libros de autoayuda, auténtica bazofia psicológica, o misticismo a lo Coelho, o infinitas variantes del clásico “cómo hacerse millonario sin esfuerzo”.
En última instancia, de lo que se trata en el entretenimiento vacío es de convencernos de que nada puede hacerse: de que el mundo es tal como es y es imposible cambiarlo, y que el capitalismo y el poder opresor del Estado son tan naturales y necesarios como la propia fuerza de gravedad. Por eso es corriente escuchar: “es algo muy triste, es cierto, pero siempre ha habido pobres oprimidos y ricos opresores y siempre los habrá. No hay nada que pueda hacerse”.
El entretenimiento vacío ha conseguido la proeza extraordinaria de hacer que los valores del capitalismo sean también los valores de los que se ven esclavizados por él. Esto no es algo reciente, La Boétie, en aquel lejano siglo XVI, lo vió claramente, expresando su estupor en su pequeño tratado Sobre la servidumbre voluntaria, en el que constata que la mayor parte de los tiranos perdura únicamente debido a la aquiescencia de los propios tiranizados.
El sistema establecido es muy sutil, con sus estupideces forja nuestras estructuras mentales, Y para ello se vale del púlpito que todos tenemos en nuestras casas: la televisión. En ella no hay nada que sea inocente, en cada programa, en cada película, en cada noticia, siempre rezuma los valores del sistema establecido, y sin darnos cuenta, creyendo que la verdadera vida es así, nos introducen sus valores en nuestras mentes.
El entretenimiento vacío existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las catástrofes que asolan el mundo. Por esto es necesario que exista el espectáculo vacuo: para que mientras el individuo se autodegrada revolcándose en la basura que le suministra el poder por la televisión, no vea lo obvio, no proteste y continúe permitiendo que los ricos y poderosos aumenten su poder y riqueza, mientras las oprimidos del mundo siguen padeciendo y muriendo en medio de existencias miserables.
Si seguimos permitiendo que el entretenimiento vacío continúe modelando nuestras conciencias, y por lo tanto el mundo a su antojo, terminará destruyéndonos. Porque su objetivo no es otro que el de crear una sociedad de hombres y mujeres que abandonen los ideales y aspiraciones que les hacen rebeldes, para conformarse con la satisfacción de unas necesidades inducidas por los intereses de las élites dominantes. Así los seres humanos quedan despojados de toda personalidad, convertidos en animales vegetativos, siendo desactivada por completo la vieja idea de luchar contra la opresión, atomizados en un enjambre de egoístas desenfrenados, quedando las personas solas y desvinculadas entre ellas más que nunca, absortas en la exaltación de sí mismas.
Así, de esta manera, a los individuos ya no les queda más energía, para cambiar las estructuras opresoras (que además no son percibidas como tales), ya no les queda fuerza ni cohesión social para luchar por un mundo nuevo.
No obstante, si queremos revertir tal situación de enajenamiento a que estamos sometidos, solo queda como siempre la lucha, solo nos queda contraponer otros valores diametralmente opuestos a los del espectáculo vacuo, para que surja una nueva sociedad. Una sociedad en que la vida dominada por el absurdo del entretenimiento vacío sea tan solo un recuerdo de los tiempos estúpidos en que los seres humanos permitieron que sus vidas fueran manipuladas de manera tan obscena.
Ruptura Colectiva. Publicado originalmente en la revista Al Margen # 102, Valencia
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