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martes, 6 de febrero de 2018
Por qué me cuesta tanto dirigir… y qué puedo hacer?
¿Por qué me cuesta tanto dirigir… y qué puedo hacer?
Liderar es lo mismo que dirigir personas y organizaciones. Mi experiencia con directivos y como profesor de Inalde Business School me muestra a diario la gran dificultad que tienen los “número uno” de la empresa para dirigir.
¿Por qué es tan difícil dirigir a una persona? El objetivo de este artículo es realizar algunas reflexiones sobre esta pregunta y proponer algunas guías de actuación.
La ecuación fundamental del liderazgo es:
mando + obediencia = liderazgo
Dirigir es la acción por la que una persona influye, determina o conduce la voluntad de alguien, de acuerdo con las preferencias y deseos de quien dirige. Es decir, todo liderazgo es una relación entre personas donde subyace el poder que, en últimas, es aquello que hace efectivo el mando y la obediencia. Asimismo, el liderazgo se ejerce en grupos humanos diversos con distintos fines. A esos grupos los denominamos organizaciones y van desde familias hasta empresas, instituciones o gobiernos.
Podemos citar varios ejemplos: el niño que obedece al padre por motivos como su supervivencia (alimentación, techo, vestido) o por el temor a un castigo, o el empleado que acata las instrucciones de su jefe por temor al despido. Todo lo anterior nos muestra que dirigir depende de unos factores para mandar y otros para obedecer.
Los factores de mando
Para mandar debemos tener legitimidad: aceptación del mando, la cual surge de la confianza, el carisma, la tradición o una norma legal, contractual o social. Tradicionalmente, basamos el liderazgo en el último aspecto, o sea, la norma legal o contractual, por ejemplo, por el cargo o el poder formal de quien dirige. La frase que resume esta situación es: te sigo porque me conviene. Sin embargo, este es un poder de corto plazo porque se restringe a los motivos de aceptación del mando y estos se acaban con el tiempo. La experiencia y la literatura sociológica recomiendan liderar desde la confianza y los valores de quien dirige (te sigo porque creo en ti).
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Factores de obediencia
Los seres humanos obedecemos por diferentes motivos: miedo, esperanza, propio interés o por un valor. Estos motivos de obediencia se resumen en la ley, la moral o la cultura. Por ejemplo, cuando obedecemos por ley, lo hacemos para evitar una sanción o castigo. Por moral, cuando actuamos a partir de un valor personal. Por cultura, cuando actuamos para evitar la sanción social o la exclusión del grupo al que pertenecemos. La gran característica de estos motivos de obediencia es la ineficacia de la obediencia por razones legales. Además, es costosa y de corto plazo.
En países como Finlandia, Suecia o Dinamarca la gente actúa por convicciones profundas y no solamente por el temor al castigo. Es decir, estas personas, gracias a la cultura, han incorporado en su ADN unos valores como la puntualidad, el respeto o la honestidad, los cuales permiten que la sociedad funcione mejor.
En consecuencia, el problema del liderazgo es que queremos dirigir a partir del cargo que ostentamos, la sanción, la norma o la amenaza. La gran trampa consiste en no entender que el logro del liderazgo debe surgir de la confianza, los valores y la justicia, que se resume en la capacidad del líder para pensar en los otros, en su desarrollo y sus motivos y no solamente en su vanidad o interés personal.
Entonces, ¿qué hacer para liderar mejor nuestra gente?
Hay que crear cultura en las organizaciones. Esto significa definir, difundir y desarrollar unos valores comunes para las personas de tal forma que los compartan y se constituyan como una fuente de conducta sin la necesidad del premio o del castigo.
Los líderes deben esforzarse por ser ejemplares. Dice el refrán popular: “Fray ejemplo es el mejor predicador”. Las acciones de los líderes comunican.
Los líderes deben grabarse en la piel la inscripción: “El ego es el enemigo”. Por su trabajo, cuya materia prima es el poder, es fácil caer en la vanidad, la autocomplacencia o las motivaciones por interés personal. Dice Heifetz: “la ampulosidad nos prepara para el fracaso porque nos aísla de la realidad”.
Para ganarse la autoridad, los líderes deben entender el significado de esta palabra que procede del latín augere, o sea, hacer crecer. La autoridad se obtiene haciendo crecer a las personas que están a nuestro alrededor mediante la formación, el buen ejemplo, la amabilidad y respeto y, sobre todo, la exigencia para que sean mejores.
Para saber mandar, hay que saber obedecer. Así como enseñamos el liderazgo, debemos enseñar a nuestros líderes la docilidad que implica humildad, dejarse conducir y acatar la experiencia de los demás. La obediencia desestima el individualismo y fomenta el sentido de lo que hacemos en función de un grupo humano o una organización. Fomentar la obediencia legítima, genera colaboración, unidad y sentido de grupo. Además de formar líderes, debemos formar personas obedientes a la cultura y los valores de las organizaciones.
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Sobre el liderazgo es mucho lo que hemos leído y hablado. Es sencillo entenderlo como una ecuación simple. Lo complicado es que en medio de la ecuación está el poder. Por eso, para mandar y obedecer debemos tener presentes la justicia y la humildad. Porque no lo sabemos todo, ni lo podemos todo.
http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/por-que-me-cuesta-tanto-dirigir-y-que-puedo-hacer-por-jorge-ivan-gomez/254875
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