lunes, 27 de febrero de 2017

TIPS PARA EMPRENDER (sin renunciar a tu trabajo)



Muchas personas sueñan con dejar su trabajo de oficina y empezar su propio negocio. Muchos emprendedores exitosos mantuvieron sus empleos mientras sus empresas empezaban a generar ingresos suficientes. Esta etapa de transición puede ser estresante y difícil, especialmente cuando no disfrutas de tu trabajo. Pero esto no tiene que ser así.
Aunque la ambición es importante, muchas veces no es suficiente para impulsarte. Mantener tu motivación durante el paso de empleado a emprendedor es crucial. Es fácil perder el camino y descorazonarse en el proceso de cambio. Aquí hay algunas acciones que puedes tomar, mientras sigas en tu trabajo, para seguir adelante con tu emprendimiento.
1. Sé muy claro en tus razones para empezar un negocio
Conectarte con tu “por qué” es el paso más importante que vas a tomar. Tal vez necesitas ser tu propio jefe, independencia financiera, libertad de horarios, expresión creativa, estar en casa con tus hijos o ayudar más al prójimo. Cualquiera que sea tu razón, saber qué te motiva e impulsa es lo que te mantendrá enfocado y comprometido con tu sueño cuando las cosas se compliquen.
2. Comprométete con tu sueño
Desear que algo funcione y comprometerse de verdad para que esto suceda, son cosas muy distintas. Cuando te responsabilizas de verdad de tus metas, haces un “contrato” contigo mismo para hacer que se cumplan. Significa que “echarás toda la carne al asador”, encontrarás soluciones cuando se presenten obstáculos y no renunciarás, sin importar qué suceda. Haz el juramento contigo mismo y demuéstralo a las personas en tu vida.
Todas las mañanas lee en voz alta tu visión, enfocándote en el resultado final: un negocio floreciente propio. Al enfocarte en esta meta, podrás hacer elecciones diarias que te acerquen a tu objetivo.
4. Únete a una comunidad de apoyo
Estos grupos de emprendedores se comunican con frecuencia para compartir anécdotas, consejos y herramientas. Son maravillosos para mantener el enfoque y permanecer motivado. Una buena forma de encontrar una comunidad cercana a es a través de LinkedIn y Meetup. Y si no conoces alguna, ¿por qué no crear una propia en Facebook?
5. Aprende todo lo que puedas
Investigar y estudiar todo lo que puedas es muy importante para tu negocio. El internet ofrece una variedad incalculable de fuentes de información para formar un negocio propio. Toma cursos, contrata un coach o encuentra un mentor. Escucha podcasts y audiolibros cuando vayas a la oficina. Cuanto más aprendas y te conviertas en un experto en tu área, más seguro de ti mismo y motivado estarás.
6. No odies tu trabajo
Todos los días date la tarea de apreciar algo de tu empleo. Tal vez disfrutas a tus colegas o tener vacaciones. Tal vez solo sea el café que venden afuera de la oficina.
El punto es que debes buscar las cosas buenas de tu trabajo. Entre más te enfoques en el lado positivo de tu situación actual, más éxito tendrás en todas las situaciones, incluyendo a tu negocio.
Los pensamientos negativos “chupan” la energía, dificultando lograr tus sueños.
7. Fíjate metas diarias
Da pasos pequeños y medibles todos los días para impulsar tu negocio, entendiendo que habrá días en los que sentirás que no estás haciendo progresos. Mucho del trabajo al principio será tedioso, pero es parte de la base de tu negocio. Al dar “pasitos” diarios – que incluyen las acciones mundanas – empezarás a ver resultados. Con cada progreso que des, por muy leve que sea, aumentará tu confianza y determinación.
Al incluir estas acciones en tu agenda diaria mientras tienes un trabajo de oficina, permanecerás comprometido con tu negocio propio. Y hará que el tiempo que pases siendo empleado pase más rápido.
¿Cuáles acciones tomaste antes de decidirte a emprender?

sábado, 25 de febrero de 2017

LA CONVERSACIÓN MUERE

Sin conversación cara a cara perdemos lo que nos diferencia de otras especies: la humanidad" "Los estudiantes universitarios preferían darse descargas eléctricas antes que estar a solas con sus ideas" "Ha surgido un nuevo ser, hiperconectado, definido por 'comparto, luego existo', pero que se siente solo@iflantigua08/02/2017 02:57 "¿Acaso todos estos pequeños tuits, estos sorbitos de conexión online, no suman juntos un gran trago de conversación real?", se preguntó el actor y cómico estadounidense Stephen Colbert. Un interrogante que se quedó rondando en la cabeza de Sherry Turkle, profesora del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y con tres décadas dedicadas a la investigación de las relaciones entre el hombre y la tecnología. "No", fue su respuesta tajante. "La tecnología ha hecho que estemos experimentando una huida de la conversación cara a cara" y esto tiene consecuencias muy negativas porque "la conversación es la base de la democracia y los negocios, sustenta la empatía y es básica para la amistad, el amor, el aprendizaje y la productividad". Sin ella, dice esta experta, "perdemos aquello que nos diferencia del resto de las especies, perdemos nuestra humanidad". Tras entrevistar durante cinco años a cientos de personas en el ámbito laboral, familiar y educativo y después de reflexionar sobre sus propias experiencias y de revisar estudios sobre el asunto, Sherry Turkle publica en España este 8 de febrero'En defensa de la conversación' (Ático de Los Libros), un análisis sobre el riesgo que corremos al perder la capacidad de hablar a la cara, al eliminar el contacto visual, al negarnos la espontaneidad en una charla en persona. Casi 500 páginas sobre esta "grave amenaza" que tenemos encima, este conversicidio que estamos cometiendo, pero con un mensaje optimista: "estamos a tiempo de atajar el problema. Tenemos lo más importante, nos tenemos los unos a los otros". En "el libro que hará que hablemos sobre cómo ya nunca hablamos", según lo describió 'The Washington Post' y que "evoca un periodo, no muy lejano en el tiempo, en el que la conversación, la privacidad y el debate no eran boutiques de lujo", como escribió The New York Times', esta psicóloga -no antitecnológica pero sí proconversación- habla de una "crisis de empatía", porque "incluso un teléfono en silencio sobre la mesa nos desconecta". Turkle constata que ahora "esperamos más de la tecnología y menos del otro" y que "hemos sacrificado la conversación por la mera conexión". Pero que tras esto se esconde una dolorosa realidad: "la sensación de que nadie nos escucha". Ha surgido un nuevo ser, multitarea, hiperconectado, que se define por"comparto, luego existo", pero que, paradójicamente, se siente más solo. "Hemos pasado de estar en una comunidad a tener la sensación de estar en una comunidad. ¿Hemos pasado también de la empatía a la sensación de empatía? ¿De la amistad a la sensación de la amistad? Debemos prestar mucha atención a esto", advierte la especialista del MIT. "No soportamos estar a solas" En una entrevista con EL MUNDO, Turkle comenta que al poco de empezar a investigar se dio cuenta de "la estrecha relación que existía entre la huida de la conversación y la huida de la soledad. La gente tiene miedo de pasar tiempo a solas. Trabajos realizados con estudiantes universitarios demuestran que éstosprefieren administrarse descargas eléctricas a sí mismos antes que estar a solas con sus pensamientos, sin teléfono, sin dispositivos o sin un libro. Para estos jóvenes, la soledad, con su carencia de estímulos externos, es algo literalmente insoportable". Han leído bien. Descargas con tal de no estar consigo mismos. Suena a ciencia ficción, pero es una escena de hoy. Una cuarta parte de los adolescentes se conectan a un dispositivo durante los cinco primeros minutos después de despertar. Envían una media de 100 mensajes de texto al día. "La presencia de dispositivos interactivos que siempre llevamos encima implica que nunca más tenemos que sentirnos solos. Esto se hace evidente en la cola del supermercado o en un semáforo en rojo: la gente no se permite tiempo para reflexionar. Pero la capacidad para pasar tiempo con uno es un requisito para cualquier relación", añade la autora. Y es importante porque trasciende el ámbito privado. Lo explica Turkle: "Ahora mismo en EEUU estamos viviendo un momento en el que necesitamos pensar profunda y críticamente sobre cuestiones políticas. No podemos limitarnos a reaccionar sin más", a tuitear sin más, "necesitamos pensar las cosas con calma. Reflexionar las consecuencias. Hablar con uno para poder hablar luego con los demás". Pero esto no está ocurriendo. "Hacemos cosas que eran muy raras pero a las que nos hemos acostumbrado muy rápido. Por ejemplo, mandamos sms o entramos en Facebook durante reuniones corporativas. Chateamos en funerales. Nos alejamos de nuestro duelo para meternos en el móvil. Y lo que creo es que nos estamos metiendo en un problema", indica la psicóloga.. Paradójicamente esta entrevista se produce gracias a las nuevas tecnologías y a través del correo electrónico, no en persona. Una forma elegida por la propia Turkle pero en la que admite que nos perderemos cosas. "No se producirá una serendipia, no descubriremos nuestros intereses comunes, no habrá química. No tendré la posibilidad de entablar una amistad con alguien de España", responde por la parte que le toca. Pero la investigadora del MIT quiere dejar clara una cosa: "He conocido a muchísima gente que describe la gran intimidad y la increíble calidez, sensualidad y conexión que sienten cuando se comunican a través de mensajes. Siento un nuevo respeto por lo que los mensajes son capaces de conseguir. Nos ofrecen una forma divertida, a veces erótica, a veces emocional y, a menudo, emocionante de comunicarnos. No estoy en contra de eso. Pero hay cosas que sólo la conversación puede aportarnos y es importante admitirlo". Conversaciones en cuatro sillas Matizado el hecho de que no propone el cara a cara en detrimento de los mensajes y que ésa es una discusión en la que no cree, Sherry analiza la conversación en todas las esferas y para ello recurre a las tres sillas que imaginó el escritor y filósofo Thoreau cuando se retiró al estanque Walden: las conversaciones con "una silla" -las que mantenemos con nosotros mismos, en soledad-; las dedos sillas -las charlas con los amigos- y las de tres sillas -las que se producen en el mundo laboral y educativo-. No obstante, la psicóloga añade una "cuarta silla":para las conversaciones que mantenemos con máquinas. Sherry Turkle. Foto: Ático de los libros Empecemos por lo que Turkle ha observado que nos sucede cuando estamos a solas con nosotros mismos. Y que es, básicamente, que no lo aguantamos. Esta experta insiste en la importancia de "encontrarnos a nosotros para hablar con los demás. Si no enseñas a tus hijos a estar a solas, únicamente aprenderán a ser personas solitarias". "Hoy en día los padres no quieren que los hijos tengan ningún rato muerto. Pero el aburrimiento infantil es un motor, es la chispa que enciende la imaginación". Hablando con padres, la investigadora percibe que "se dan cuenta de que sus hijos son menos empáticos de lo que deberían ser a su edad". De hecho, según explicaron los maestros de una escuela estadounidense, "los niños de 12 años juegan en el patio como si tuvieran ocho. Se excluyen unos a otros como lo harían los chicos más pequeños. Y lo más doloroso es que no son capaces de ver cuándo hieren los sentimientos de los demás. Luego se sientan en el comedor y miran el teléfono. Cuando comparten cosas, lo que comparten es lo que hay en sus teléfonos. La vieja conversación enseñaba a sentir empatía. Estos estudiantes parecen comprenderse cada vez menos". Y la situación empeora a medida que crecen. Según los estudios "durante los últimos 20 años hemos presenciado un declive de un 40% en los marcadores de empatía entre los estudiantes universitarios". El 66% de los trabajadores que participaron en una encuesta afirmó no ser capaz de concentrarse en una sola cosa debido a las nuevas tecnologías. Lo irónico es que "los padres se quejan de que los niños no quieren hablar con ellos porque están ocupados con el teléfono a la hora de comer; los hijos se quejan de que sus padres hacen lo mismo". No entienden que "las conversaciones en el seno de la familia son el campo de entrenamiento de la empatía y que no hay mejor manera de desincentivar el bullying que dotar a los niños de la capacidad de ponerse en el lugar del otro y reflexionar sobre el impacto de sus acciones". Dice la autora que "estamos privando a los niños no sólo de palabras, sino también de adultos que los miren a los ojos". Y lanza una pregunta al aire: ¿Prestaremos atención si, una década después, temerosos de quedarnos solos, nuestros hijos nos muestran el precio que hemos pagado?". Primer paso: recuperar la atención Una encuesta realizada en 2013 demostró que un 20% de la gente entre 18 y 34 años contestaba al teléfono mientras mantenía relaciones sexuales. Nueve de cada 10 estudiantes afirma enviar mensajes de texto en clase. El 80% duerme con sus móviles. Un 44% admite que nunca desconecta. "Recuperar la conversación empieza por recuperar nuestra atención", explica Turkle, que afirma que "las primeras generaciones de niños que crecieron con teléfonos inteligentes no saben cómo entablar una conversación ni se sienten cómodos cuando lo hacen, les provoca ansiedad". De hecho, los estudios citados en el libro demuestran quequienes pasan mucho tiempo conectados tienen menor capacidad para identificar sentimientos. Son menos empáticos y menos creativos. La amistad, recoge el ensayo, también se resiente porque parece que "ahora consiste en estar siempre disponible, siempre alerta, por si hay alguna emergencia". Y ahí viene otra paradoja: cuando estamos separados: hipervigilancia. Cuando estamos juntos: falta de atención. El mundo laboral tampoco es ajeno a esto. Cientos de empresarios entrevistados para el libro reconocen sin titubeos que la conversación cara a cara es "un requisito para construir confianza, para vender algo y para cerrar un trato", además de mejorar la productividad y las relaciones entre empleados. La cuarta silla que incorpora Turkle hace referencia a la tentación que sentimos no sólo de hablar a través de máquinas sino de hablar con máquinas. "El término inteligencia solía implicar sensibilidad, capacidad de percepción, conciencia, discernimiento, razón, agudeza e ingenio. Y, sin embargo, ahora decimos tranquilamente que las máquinas son inteligentes". Y ¿de qué hablamos cuando hablamos sobre las conversaciones que mantenemos con las máquinas? "Hablamos de nuestro miedo a los demás, de nuestras decepciones con los demás, de nuestra falta de vida en comunidad, de nuestra falta de tiempo". Y mientras "tratamos a las máquinas como si fueran casi humanas, tratamos a los seres humanos como si fueran casi máquinas". Cierto. Su tesis nos deja tocados, pero aún no hundidos. A pesar de este panorama, no es demasiado tarde. "Tenemos tiempo para recordar quienes somos: criaturas con historia. Criaturas de conversaciones toscas, arriesgadas y cara a cara". Por eso "es hora de recuperarlo". Porque hablar no cuesta nada, pero la conversación no tiene precio. ¿Qué podemos hacer desde ya? Pautas de Turkle No vayas a todas partes con un dispositivo en la mano Disminuye la velocidad, aprende a escuchar tu voz interior. Tómate tu tiempo y tómate tiempo para estar tranquilo. Crea espacios sagrados para la conversación. Habla con la gente con la que no estés de acuerdo. Nuestros prejuicios afectan tanto a nuestra conversación como nuestras distracciones, Intenta evitar pensar en términos dicotómicos. El mundo digital se basa en elecciones binarias, pero nuestro pensamiento no puede operar de ese modo. http://www.elmundo.es/sociedad/2017/02/08/5899b34346163fb5248b45a6.html

Diez Actitudes de las Personas Emocionalmente Inteligentes



A veces la clave de la vida no está en saberlo todo, sino en poder responder a situaciones difíciles. Los expertos aseguran que estos son los rasgos que llevan al verdadero éxito.
 Las empresas cada vez valoran más que las personas tengan inteligencia emocional. Foto: DonkeyHotey / Wikimedia

Desde hace un tiempo el coeficiente intelectual ha comenzado a ser revaluado como el único método para saber si las personas son inteligentes. La vida demuestra que a veces quienes sacaban las mejores notas en la universidad no terminan siendo a quienes mejor les va en la vida. Esto porque el éxito depende de una buena mezcla de disciplina, empatía y manejo de los momentos importantes. Semana.com habló con la sicóloga española Ana Vico quien asegura que solo “se puede vivir plenamente si tienes a las emociones como tu aliado en este camino que es la vida”. Estas son para ella las caracteristas de quienes logran tener ese equilibrio en su vida.
1. Los cambios no son un problema
Quienes son emocionalmente más inteligentes no temen al cambio, pues son personas flexibles que se logran adaptar a las innumerables situaciones que se es presentan en su cotidiano. Aceptan el cambio porque ven en este una cercanía para llegar al éxito y a la felicidad. Para Vico, estas personas son más reconocidas en el ambiente laboral pues suelen adaptarse fácil a los ambientes de trabajo. “Los aspirantes con una alta inteligencia emocional son mejor valorados que las personas que a la primera de cambio se dejan vencer por las malas críticas o no toleran el estrés. Si supiéramos entrenar esa inteligencia emocional (que se puede), mejoraríamos tanto personal como profesionalmente. Todo son ventajas”, dice. 
2. Se conocen casi a la perfección
El saber sus fortalezas y debilidades es un rasgo característico de las personas emocionalmente inteligentes, saben resolver aprietos o dificultades al conocer su entorno y a sí mismos. Esta característica suele mejorar con los años. Un trabajo, publicado en la revista Physiological Science, derrumba el mito de que las personas pierden sus capacidades mentales con la edad. Según el estudio, liderado por Joshua Hartsworth, hay un proceso de desaceleración de ciertas funciones pero también hay áreas que con el paso de los años se vuelven más eficaces. En otras palabras, el foco de la inteligencia cambia y el cerebro se vuelve más lento pero más sabio a la vez.
3. Su empatía prima en todo su carácter
Tienen una gran capacidad para entender las situaciones de las demás personas, las entiende por lo que están pasando. Esto ayuda a que sean personas con las que se pueda comunicar más fácil y que proyectan un mayor nivel de cercanía. “Las personas con alta inteligencia emocional aprenden de los errores en vez de sentirse víctimas. También piden perdón cuando es necesario si han hecho algo que ha podido afectar a otras personas de manera negativa. Piden perdón de corazón y perdonan”, asegura Vico.
4. No se ofenden fácil
Al tener un amplio conocimiento de sí mismos, conocer sus habilidades, fortalezas y debilidades, muy difícilmente alguien los lastima. Son personas que están seguras de sí mismas, tienen la mente muy abierta y hasta incluso pueden burlarse de sí. “No se llevan las amenazas a lo personal y saben diferenciar entre hechos y opiniones. Diferencian las críticas constructivas de las críticas que sólo pretenden hundirlos y saben alejarse de comentarios despectivos que sólo traen destrucción. Saben distinguir entre los ataques y cómo reaccionan ante esos ataques y deciden hacerlo de la forma menos dolorosa para ellos mismos”, sostiene Vico. 
5. Saben cuándo y cómo decir que no
El autocontrol es algo que caracteriza a alguien emocionalmente inteligente. Usualmente las personas no saben cuándo o como decirlo, produciendo en ellos un nivel de estrés. Las personas emocionalmente inteligentes no utilizan las frases "no creo que pueda" o "no estoy seguro" para decir que no, simplemente van al grano. “Estas personas ponen límites cuando es necesario y defienden sus valores ante todo. La asertividad es saber decir aquello que sientes y quieres respetando tus derechos y los de los demás”, dice Vico.
6. Se enfocan en lo positivo
Una persona inteligente emocionalmente centra su atención en el lado positivo de cada situación que se le presente, aun cuando hay problemas. Buscan generar unas soluciones desde distintos puntos de vista a las adversidades que se les presentan, pues son conscientes que solo de ellos depende el estar bien o tener bajo control el momento
7. Son curiosas por naturaleza
Están constantemente preguntándose por todo lo que los rodea, principalmente por el alto grado de empatía que poseen, pues al preocuparse más por las personas que están cerca, se genera un creciente nivel de curiosidad
8. Prefieren alejarse de las personas "tóxicas"
Tienen muy claro con qué personas deben relacionarse, las características de las personas que los rodean son principalmente tres, optimistas, con una energía positiva y gente muy alegre.  En estas personas ven una buena influencia que los ayuda a tener una vida estable y una visión de mundo más sana; además de favoreces la creatividad de las personas con alta inteligencia emocional. “Al tener buenas vibraciones y rodearse de gente positiva, ven el mundo desde una perspectiva más sana y que favorece la creatividad. Suelen relacionarse con personas que sean buenas influencias y que les llenen”, concluye Vico en su portal. 
9. Un enfoque de proactividad
La proactividad se define como la acción o intervención activa de una situación que lo exija. Alguien con una inteligencia emocional alta decide qué hacer en cada momento y actúan antes de que la situación lo exija. Tienen una gran capacidad de reacción por su constante relación con el entorno, son proactivos, más no reactivos. “Saben gestionar su tiempo de trabajo y su tiempo de ocio, su tiempo de estudio y su tiempo de relax. Establecen horarios, planifican tareas y definen objetivos. No les importa cancelar planes si con ese tiempo pueden hacer algo prioritario para ellos. Conocen cuáles son sus valores y los riegan continuamente. Emplean su tiempo y sus días en aquello que les apasiona y lo dan hacia los demás como un regalo”, agrega Vico
10. Un vocabulario emocional bastante amplio
Las personas emocionalmente inteligentes tienen un vocabulario lo suficientemente extenso para definir con precisión su estado actual, cosa que solo un 36 por ciento de la gente puede realizar sin ningún mal entendido. Estas personas tienden a dominar de una mejor forma sus emociones, pues mientras que algunas personas definen su estado anímico con "me encuentro mal", los emocionalmente inteligentes se determinan con un sin número de sinónimos, frustrado, oprimido, ansioso, cansado, irritado y muchos más. “No se callan sus emociones, las escuchan y conocen qué quiere decir cada emoción en cada contexto. Saben regular la intensidad de sus emociones y expresarlas en la forma justa, tal y como ellos quieren. Son los dueños de su expresión emocional, no meros peleles a merced de sus emociones desbocadas”, asegura Vico en su web.
http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/inteligencia-emocional-10-comportamientos-de-personas-emocionalmente-inteligentes/509673

domingo, 12 de febrero de 2017

Incorrección Pedagógica (II)

Esta reflexión es, de nuevo, un llamado a abandonar el pensamiento «pedagógicamente correcto» y a aventurar nuevas formas de concebir el rol y la responsabilidad de la comunidad educativa, haciendo visible su aporte a la construcción de conocimiento y a la transformación social, en un mundo que se encuentra en constante cambio.
En un artículo anterior[1] expuse la tesis de que, en la actualidad, existe en la esfera educativa una aceptación acrítica de ciertas ideas que tienen como fin no herir sensibilidades, no generar polémica y no despertar el enojo de ciertos sectores sociales, en fin, no alterar el statu quo, por lesivo o inconveniente que sea. A este fenómeno lo denominé «lo pedagógicamente correcto» o «la corrección pedagógica», por su parentesco con ese adefesio en que se ha devenido «lo políticamente correcto».
Mencionaba, también, que lo que me hizo caer en la cuenta de todo esto fueron el proceso y los resultados alcanzados en el estudio Rutas de Emergencia del Talento Docente, en el cual participé como investigador, ya que además de los hallazgos alcanzados como consecuencia lógica del proceso, me encontré ante un conjunto de conocimientos obtenidos de manera no intencional, cuya particular y crucial naturaleza sirvió de estímulo para dar inicio a estas reflexiones.
Para orientar el análisis, a partir de los aprendizajes señalados, definí tres espacios de indagación, a saber: a) el de la formación docente; b) el tema referido a lo que se puede aprender de aquellos maestros que realizan una excelente labor, si se está dispuesto a concederles la palabra; y, c) la exigencia inaplazable de que los docentes sean partícipes dinámicos de las decisiones que atañen a su labor.
Sobre el primer asunto propuse, en el artículo pasado, que la formación de los futuros educadores debería estar ―fundamental, aunque no exclusivamente― en manos de personas que hubieran sido docentes sobresalientes en diferentes niveles educativos y diversos escenarios; ello aseguraría que poseen, además de un buen dominio disciplinar, un conocimiento real de cómo aprenden los estudiantes de distintas edades y disímiles condiciones sociales, ya que, en la actualidad, su formación está en manos de profesionales de la educación que, a lo sumo, han sido profesores de universidad o, lo que es más descorazonador, «expertos de escritorio» que, distantes de las aulas, pontifican sobre cómo debe desempeñar el maestro su quehacer. En otras palabras, se requieren auténticos formadores de educadores y sobran «los expertos de escritorio».
Con referencia al segundo asunto, tema del presente escrito, el estudio evidenció que existen valiosos conocimientos generados por los maestros que, por lo general,  suelen malograrse debido a que no se les visibiliza en grado suficiente, al no identificárselos oportunamente y porque no se ofrecen las condiciones ni los instrumentos para su difusión. Este acervo no se refiere únicamente a lo que cabría clasificar en el orden de lo disciplinar o lo pedagógico, sino que también abarca saberes que versan sobre aspectos y problemas que enfrenta la sociedad actual. Para el caso, los docentes que fueron identificados como aquellos que hacían un uso excepcional de las tic, dieron muestra, por una parte, de poseer una concepción amplia de lo que entienden por tecnología y, por otra, de estar dando respuesta a la pregunta de cuál es la manera apropiada de integrar los avances tecnológicos a la sociedad, adecuándolos a las necesidades y expectativas de las muy distintas colectividades de jóvenes. 
[…] se reivindica de manera mediática la figura del docente, pero de forma solapada se les responsabiliza de muchos de los males del sistema educativo.»
Lo que es necesario subrayar aquí, apoyándonos en el anterior ejemplo, es que los maestros generan, además de un saber pedagógico, nuevo conocimiento de orden práctico-social que responde de manera directa a los retos del mundo contemporáneo. Esto, por cuanto muchos de los educadores son sensibles a las exigencias y expectativas que emergen de ambientes y situaciones críticas, debido a que los espacios escolares son plexos donde se integran los deseos y esperanzas de las comunidades, pero también sus miedos y carencias.
El que esta producción pase desapercibida, para ciertos sectores, no quiere decir que no logre imprimir su impronta en la cultura, vía el proceso educativo. No obstante, el costo de hacerla visible y otorgarle públicamente el valor que le corresponde implicaría el reconocimiento de los maestros como constructores de saber y sujetos de discurso; es decir, admitir su condición de intelectuales, lo cual los ubicaría en un ámbito que se ha reservado tradicionalmente para otras profesiones y oficios que han  gozado de mayor respeto y valoración. Este reconocimiento, además, supondría que en las decisiones políticas y administrativas que atañen a la educación y otras actividades de índole cultural habría que vincular a los docentes, no como invitados de piedra, sino como partícipes activos con derecho a voz y voto. 
Sin embargo, muy pocos estarían de acuerdo en aceptar esta nueva para la comunidad docente, pues verían peligrar el ejercicio del poder al cual están acostumbrados y que los recompensa en las más diversas formas, desde las puramente materiales a las más difusas de orden ideológico.
Esto explica el porqué de la aparente contradicción que existe en muchos países de Latinoamérica, donde tanto el Estado como la empresa privada dan muestras de un creciente interés por la educación formal, pero, al tiempo, prescinden de los maestros en el momento de trazar planes y diseñar políticas educativas.
Lo anterior genera un conjunto de circunstancias anómalas que suelen pasar inadvertidas para el ciudadano de a pie, pero que van en detrimento de las posibilidades de mejoramiento social.
Buen ejemplo de una de estas anomalías es el hecho de que, a pesar del interés mostrado, tanto el Estado como la empresa privada hablan acerca de los docentes y a los docentes, pero hablan muy poco, para no decir que nunca, con los docentes.[2] Situación paradójica, en especial si se tiene en cuenta que, como parte del entramado propagandístico que acompaña tales muestras de interés, se reivindica de manera mediática la figura del docente, pero de forma solapada se les responsabiliza de muchos de los males del sistema educativo.
Para concluir, esta reflexión es, de nuevo, un llamado a abandonar el pensamiento pedagógicamente correcto y a aventurar nuevas formas de concebir el rol y la responsabilidad de la comunidad educativa, en un mundo donde las fronteras de toda clase se hacen cada vez más difusas y los problemas exigen, para su solución, un compromiso total y una acción decidida de todos los docentes.
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